Escribir un blog, vale. Eso está decidido. Ahora sólo queda por decidir lo demás. ¡Ah! ¡Amiga! ¿Qué te esperabas? ¿Qué todo iba a salir así nomás, tan fácil? No, para nada. Decidirte a hacerlo, ya fue un avance, vale, te lo reconozco. Pero antes de que te alegres, deberías pensar en la temática, el contenido.
A ver, ¿sobre qué vas a
escribir? ¡¿Cómo que no sabes sobre qué escribir?! Está bien, no
pongas esa cara... Sí, me pasé, lo siento. Pero tú tienes que
reconocer que decir que vas a escribir un blog sin tener ni la más
remota idea del tema a tratar es... como mínimo, inquietante. Vamos
a encararlo de otra forma: ¿Qué te gusta hacer? ¡Uf! No, eso son
demasiadas cosas. Ya sé que todo eso te gusta, pero tienes que
decidirte por una sola. Deja que te ayude: Cuando estás deprimida,
tienes un día negro, te quedan doce horas de viaje por delante,
estás eufórica o simplemente porque sí... ¿qué es lo primero que
te viene a la mente?
¡Eso es! ¡E-S-C-R-I-B-I-R!
¿Ves, que no era tan difícil? Microrrelatos, cuentos, artículos de
opinión, las inacabables novelas... Te pasas la vida escribiendo.
¿Qué otra cosa podía ser?
Ese fue el sermón con el que me
riñó hace años mi editora más implacable: Esa voz, perfeccionista
y quisquillosa —y un tanto caprichosa, todo sea dicho—, que grita
hasta hacerse oír cuando procuro ignorarla y hacer lo que yo
quiero. La otra Adrielle. Claro que la mayoría de las veces suele
tener razón, un 85% —si digo más, se le subirá a la cabeza, y
bastante suficiencia tiene ya— de razón.
Ya son muchos años de convivencia
con esa otra versión de mí misma, tantos que ya no recuerdo cuando
empezó con el sonsonete cada vez que no estaba de acuerdo conmigo:
«Esa no es la mejor manera...», «Tendrías que haberle
respondido esto y aquello...», «¿Por qué no
pensaste en eso antes? Ahora no te quejes si...» y así,
indefinidamente.
Sin contar las veces en que estalla
en mi cabeza mil ideas a la vez —mejor aun si tengo las manos
ocupadas o no hay papel y lápiz a mano—, y cuando por fin me
siento a escribir... enarca las cejas, cruzada de brazos, con un
mohín entre altivo y aburrido mientras dice «Ahora no quiero».
Aun con todo, caprichosa o no, somos
dos mitades que se complementan, y sin ella no tendría ni la mitad
de diálogos y discusiones que, aunque me cueste reconocerlo, suelen
evolucionar en futuras ideas inspiradoras.
De ahora en adelante, y según su
cuadriculada agenda, apareceremos por aquí para compartir nuestras
cosas con vosotros y...
···
Perdonad un momento.
¿Qué? No, ahora estoy ocupada
presentando nuestro blog, no me vengas con ideas nuevas. No, claro
que no podemos hacer eso. ¿No ves que eso les daría una mala
impresión de nosotras? Dijiste que me dejarías hacer la
presentación, que es lo «mío», escribir. Tú ya tendrás tu
sección. ¿Qué, es eso? Pues mujer, ¡haberlo dicho antes! Claro
que se lo diré. Por supuesto. ¡Pero bueno! ¿Me dejarás terminar?
Que han sido muy amables de leernos hasta ahora, pero como sigas
dando la lata se cansarán de esperar y buscarán algo mejor que
hacer.
En fin... Ya está, disculpadme. La
señorita criticona, que no podía esperar a que terminara de
presentar el blog sin insistir en que os explique —como si fuera
algo que pudiese olvidar— las secciones que tendremos y quién se
encargará de cada una:
Cada lunes, mi día, me
aseguraré de traeros algún relato, cuento, las sinopsis y fichas de
personajes de mis novelas y quizá —si consigo que «la otra» les
de el visto bueno— las novelas en sí, publicando capítulos uno a
uno.
Los miércoles, sus días,
son los reservados para las reseñas y críticas de libros publicados
por editoriales y novelas y relatos leídos en wattpad y demás
plataformas de autopublicación.
Los viernes, y como no nos
poníamos de acuerdo en quién debía encargarse del día «extra»,
trataremos juntas todo tipo de ideas, planteamientos y desplantes —o
lo que sea que se le meta entre ceja y ceja a la otra Adrielle...— además de hablaros sobre los diferentes programas y aplicaciones
para escritores que vayamos probando, información sobre concursos,
ejercicios, retos, consejos...
Apúrate a cortar que veo a
alguno resoplando. ¡Te dije que estas parrafadas se hacen
soporíferas si no vas con cuidado!
¡Ay, bueno! Un poquito de cháchara
no hace mal... Qué estricta es, che. Pero sí, lo voy dejando por el
momento, porque mi socia está mirándome feo y parece dispuesta a
arrancarme el teclado de las manos. Bienvenidos y...
¡¡¡A TODOS LOS BÍNGALOS!!!
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